El «CULPISMO» de la economía Argentina

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«Los grandes líderes no se apresuran a culpar. Instintivamente buscan soluciones». Nina Easton.

 

Por estas horas podemos ver en las noticias sendas declaraciones del ministro de economía Guzmán culpando a los empresarios por la inflación. También habló de la responsabilidad colectiva en el fenómeno. Vamos a copiar textualmente para dar más precisión a sus dichos: «Cuando yo decía que la inflación es un fenómeno «multicausal», que tiene raíces macroeconómicas, esto no quiere decir que es sólo política fiscal, monetaria y cambiaria; es también la coordinación social; ese es un fenómeno macroeconómico; lo que se vio inmediatamente en buena parte de la comunicación es que se hizo llegar un mensaje de que (la inflación) es un problema de políticas económicas como si fuera del Estado o de un gobierno, y no, la inflación no es un problema solamente del Estado, hay una responsabilidad colectiva».

 

A estas declaraciones hay que agregar las del ministro Kulfas que se refirió a «un shock internacional» la aceleración en el crecimiento de los precios del primer semestre, haciendo referencia especial a las materias primas.

 

Podríamos agregar los dichos de la diputada oficialista Fernanda Vallejos sobre el hecho de que vender alimentos al Exterior más que una virtud es una «desgracia» (porque la suba de los precios internacionales de las «commodities» repercute en los precios internos). Esta diputada, hasta donde sabemos, es economista.

 

La inflación, como cualquiera sabe, es siempre un fenómeno monetario. En una economía de trueque en la que sólo se intercambiaran unos bienes por otros, la inflación no podría existir. Seguramente cambiarán los precios relativos todo el tiempo, unos subirán, otros bajarán, pero nunca es posible que se produzca una suba generalizada de todos los precios, (que es la real consecuencia de la pérdida de valor de la moneda), a menos que también de manera generalizada caiga la oferta de todos los bienes, lo cual provocaría una mayor valoración de cada bien como consecuencia de la escasez y su resultado sería una economía empobrecida. Pero no inflacionaria. Este fenómeno es casi una entelequia, porque si el valor de un bien se incrementa, existe un incentivo adicional para producirlo y su mayor producción bajaría su precio. Decimos esto a modo de ejemplo general.

 

Ahora bien, tenemos aquí que nuestros ministros de economía y de desarrollo productivo están culpando de la inflación a la «responsabilidad colectiva» y a un «shock internacional», mientras una diputada economista siente que producir alimentos es una desgracia porque éstos suben de precio en el mercado internacional. Una verdadera pintura del «culpismo». Es decir, de poner la culpa en donde sea menos en la política económica, fiscal y monetaria llevada a cabo por las autoridades.

 

No hace falta decir que si esto fuera así, todo el mundo productor de alimentos o de materias primas estaría hoy por hoy afrontando serios problemas inflacionarios. Y nos adelantamos a decir, porque lo imaginamos, que si en los demás países no pasa lo mismo que aquí es porque «somos argentinos» y somos «vivos». O sea que en todo caso la culpa sería de nuestra idiosincrasia, algo así.

 

Sin embargo, durante los años de la llamada convertibilidad, la Argentina eliminó la inflación. Incluso en algunos períodos llegó a tener deflación. ¿Es que acaso en esos años éramos mejores? ¿Nos habíamos vuelto más solidarios (palabreja que le encanta a nuestro presidente)? ¿Se había acabado, acaso, la «intermediación parasitaria» los «formadores de precios» y la «injusta cadena de distribución»? Obvio que nada de eso. Quien produce y comercia quiere ganar dinero. Y con toda seguridad cuanto más pueda ganar tanto mejor. Y para eso debe producir más y de mejor calidad, y a menor precio. Punto. Uno más uno.

 

Lo que ocurrió en esos años fue que el país adoptó una moneda sólida como el dólar norteamericano. Podría haber sido el yen japonés o cualquiera otra. Para el caso sería lo mismo. Es bien simple. Cuando existe una moneda, se acaban los demonios y las responsabilidades colectivas en la inflación. Se acaba también la inflación. Y se acaban estos discursos «culpistas» que dicho sea de paso no sirvan para nada. Excepto tal vez para atraer a incautos, aunque hay que decir que cada vez quedan menos en tal condición.

 

Ciertos analistas dicen que lo que hoy ocurre es que «estamos en campaña». Podría ser, aunque la Vallejos hizo su comentario sobre la desgracia de exportar alimentos son de enero de este año.

 

Cabe suponer que hay una mezcla importante de desconocimiento sobre el funcionamiento de la economía, mezclado con la necesidad de entonar al ritmo del Instituto Patria. Pero lo cierto es que si nuestros funcionarios encargados de la producción y la economía tienen ese tipo de diagnóstico no podemos esperar nada bueno.

 

Y esto podemos extendernos a cualquier otra manifestación de la vida misma. Porque es una realidad que nuestros actuales gobernantes buscan culpables todo el tiempo. Nunca es culpa de ellos nada de lo que nos ocurre de malo. El «culpismo» se ha hecho carne en esta gente. Y, por como viene la mano, cada día que pasa será peor.

 

 

Autor: Héctor Trillo
Fuete: hectorblastrillo.blogspot.com
Informa: contadoresrosario.com