El Presidente «reza» para que el blanqueo sea un éxito
Más allá de los discursos públicos y las respuestas de circunstancias, el Gobierno ha comenzado a preocuparse por la (no) marcha de la economía.
En una de las reuniones de la semana que pasó, el poderoso vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, lo reconoció para el asombro de la mayoría de los presentes. Los números fríos de la economía han terminado con discursos y las promesas.
El «ruidazo» del otro jueves también sorprendió a la plana de mayor del Gobierno, no tanto por su convocatoria, sino por su repercusión mediática, sobre todo en televisión.
La reacción favorable del ciudadano de a pie en el timbreo del último fin de semana y las encuestas que siguen aportando buenas noticias mejoraron el ánimo del Presidente frente a la turné televisiva de esta semana. La luz al final del túnel que ven en la Casa Rosada es el blanqueo de capitales, no solo como una cuestión de números: es el tótem de la ilusión macrista para dar vuelta la «mala onda» y comenzar a crecer. O sea, para ganar las elecciones legislativas del año que viene.
El posible éxito del quinto blanqueo desde 1983 para acá y su inmediato derrame sobre la economía -tesis compartida por casi todos los especialistas privados- sería la tabla de salvación para un país que en diciembre cumplirá la friolera de un año y medio en recesión.
La martingala de cifras sobre cómo se medirá el impacto varía demasiado: hay funcionarios que en privado hablan de números superiores a los 100.000 millones de dólares, mientras que oficialmente se instaló la idea de que 50.000 millones será la vara de la victoria, esperando superarla para instalar una idea de superéxito.
En términos económico-matemáticos, la «exteriorización de capitales» tendría que provocar tres consecuencias:
- Recaudación: de lo que se blanquee, el Gobierno se quedará con un promedio de entre el 5% y el 15 por ciento, según el monto de lo que se declare y cuándo se lo haga. Para las cuentas fiscales las buenas noticias comienzan a partir de los 3.500 millones de dólares. Maná del cielo para un Gobierno cuyo déficit fiscal de primer año de gestión lejos de bajar ha comenzado a crecer (sobre esto volveremos).
- «Lluvia de dólares» sobre la economía: si bien es cierto que no hay obligación de repatriar los capitales en el exterior que se declaren, la mayor parte del blanqueo se quedará en Argentina. Mucho se volcará a una economía que carece de crédito y dinero. Se cree que buena parte del dinero se destinará a fondos de inversión para proyectos inmobiliarios.
- Financiamiento del Estado: el Gobierno emitirá para los blanqueadores dos «bonos ad hoc» a tres y siete años. Es «deuda del Estado» con una ventaja muy favorable: se la tomará al 1% de interés, que es la tasa que se pagará al bono a siete años. Es cierto lo que dice el equipo financiero -hasta ahora el área más eficiente de todo el esquema económico- de que lograrán financiarse al 1% cuando la tasa internacional está en el orden del 8% o 9 por ciento.
Pero no todo es color de rosa. ¿Por qué el blanqueo de pronto se convierte en la «última bala» para muchos de los funcionarios que integran el multitudinario staff del equipo económico del gobierno? Respuesta obvia: porque la economía está mal. El macrismo heredó decenas de bombas y minas escondidas de parte del tándem Cristina Kirchner-Axel Kicillof y no logró desactivar ninguna. Todas le explotaron:
- En diciembre la economía argentina habrá caído en el año entre el 1,5% y el 2 por ciento. Sumado al segundo semestre 2015 del kirchnerismo, la recesión cumplirá un año y medio. La baja en el nivel de actividad es el peor de los errores de cálculo de Macri y su gobierno. Justo es decir que mucho ha influido el mal momento de Brasil, que tampoco se recupera.
- La inflación podría superar el 40% anual para todo el 2016. Si llega al 41% sería record, superando a la crisis del 2001-2002.
Ha sido la gran preocupación del Gobierno, pero ha habido una política errática al respecto: se la combate, pero se levanta el cepo de un día para otro, permitiendo que el pasaje del dólar de $9 a $15 se traslade a precios en función de que había productos a precio dólar oficial.
Cuando la inflación podía amainar, el incremento de tarifas que comenzó en abril la volvió a encender y ahora comienza tener una peligrosa inercia por arriba del 2 por ciento, alimentada por el traspaso a precios de los acuerdos de paritarias y determinadas subas (prepagas, subtes en la Ciudad etc.).
Falló el pronóstico del equipo económico de que la inflación núcleo comenzaba a ceder en junio. Aclaración: los números de inflación son los del AMBA, por las mediciones del INDEC y del gobierno de la Ciudad.
El impacto del tarifazo en el interior del país, donde se pagan los servicios públicos más caros desde hace tiempo, es menor. Traducción: la inflación anual nacional podría estar abajo del 40%. Será tarea del Gobierno tratar de explicarlo. Por ahora no lo hace.
- El déficit fiscal del primer semestre es otra de las frustraciones económicas. El real no es 133.124 millones de pesos. Es de 217.039 millones. Representa un aumento del 39,5% contra el mismo periodo del 2015, casualmente lo que sería la inflación anual.
- Desde el punto de vista de la historia reciente y de la filosofía económica, el Gobierno tiene razón con las subas en el gas y la electricidad. Durante la era K los argentinos nos olvidamos de que producimos e importamos energía a un costo alto y que encima la consumimos.
Frente a esto, Néstor Kirchner impuso un modelo de «quemar» la energía y regalarla para evitar contar la cruel verdad. Esta política energética, entre otras razones, permitió la elección y después la reelección de Cristina, pero dejó al país al borde del default energético.
Es obvio que había que hacer algo, lo que no significa un aumento del 1.000% en las boletas del gas de un día para otro, ni una suba no explicada ni adelantada del agua, cuando su costo no aumentó.
Quizás se debió haber comenzado por una política de concientización de la sociedad de la gravedad de la situación, pero se optó por callar -consejo de Jaime Durán Barba- y aplicar los aumentos en forma brutal, esperando la tolerancia de la gente a un nuevo gobierno soportara el vendaval.
La estrategia fracasó y ahora se está repasando cómo encarar la situación, teniendo en cuenta que con los aumentos todavía no se cubrió el 50% del costo promedio de toda la energía que consumimos los argentinos. La política energética es la peor de las bombas que dejó el kirchnerismo. Y la más perversa.
- La (mala) relación entre los integrantes del equipo económico y con el resto del Gobierno. Dejó de ser un secreto a voces el pésimo vínculo que hay entre Marcos Peña y Alfonso Prat-Gay, o entre este y Federico Sturzenegger o entre Rogelio Frigerio y Juan José Aranguren.
Hace un mes corrió el rumor de la renuncia de Ricardo Buryaille y hace días la del propio Prat-Gay. Ninguna de las dos sucedió, pero habla de un clima que no es el mejor. Es verdad que los buenos resultados unen a los equipos y los malos enfrentan. El Presidente, lejos de preocuparse por las internas, las deja vivir. Divide y reinarás.
La imagen del Presidente sigue prácticamente intacta teniendo en cuenta las malas noticias de la economía. El ciudadano sigue confiando en que el Gobierno revertirá la situación. Pero la confianza de la gente no será eterna. Por eso el blanqueo es una última oportunidad no para un gobierno eso no está en discusión, salvo en la mente trasnochada de kirchneristas salvajes-, sino para un modelo de gestión, que por supuesto impuso el Presidente.
Al revés de lo que se creía, Macri tiene mejores datos en la política que en la economía en sus primeros siete meses de gestión. Pero cuidado: los vientos favorables de la política son las consecuencias de la investigación judicial de la corrupción kirchnerista y con un silencio -por momentos hasta sospechoso- de buena parte del peronismo y de los gobernadores no macristas, siempre necesitados de fondos frescos, señala Infobae.
Fuente: iProfesional
Informa: contadoresrosario.com