Habrá más dólares financieros y la cosecha complica el invierno

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Hasta hace unos días, en el macrismo había dos grandes motivos de desvelo: la resolución del largo conflicto con los holdouts y la exacerbación del índice inflacionario.

Zanjado el primer escollo, y a la espera de la «lluvia» de dólares, en el Gobierno ya tienen la cabeza puesta en el segundo semestre, momento en que llegaría el repunte del nivel de actividad y en el que el consumo -de la mano de precios desacelerándose- volvería a la senda del crecimiento.

Sin embargo, tras pasarse meses mirando el cielo para ver el vuelo continuo de los «buitres», ahora los ojos de los funcionarios macristas vuelven a elevarse. Lo que preocupa no es ya la amenaza de los holdouts. El Gobierno teme que, si en los próximos días se mantiene el mal clima en las principales zonas agrícolas del país, el campo no ayudará a empujar a la economía y, además, no cumplirá con el aporte de divisas esperado para la «temporada alta».

Los principales problemas que enfrentan los productores son dos:
• Las constantes lluvias que se vienen registrando desde marzo y que se intensificaron durante las dos primeras semanas de abril, han dejado intransitables algunas rutas provinciales y caminos rurales, lo que impide movilizar cosechadoras y sacar la carga.
• El clima húmedo y la demora en la recolección están generando que proliferen hongos y plagas y que se pudran los granos, lo que está empezando a afectar el rendimiento de la actual campaña.

“El cuadro que afecta a los productores rurales es grave. Hay muchas hectáreas comprometidas y se espera una caída en el volumen de la cosecha, por lo que habrá que esperar menos dólares», afirmó a iProfesional, Ernesto Ambrosetti, economista jefe de la Sociedad Rural Argentina (SRA).

El hecho de que gran parte de la producción no pueda llegar a los puertos, justo cuando debía activarse la “temporada alta”, es un tema que se coló en la agenda del ministro Alfonso Prat Gay.

Por un lado, el considerable retraso en la salida de la cosecha por las terminales de Santa Fe generó una evidente menor disponibilidad de dólares en la plaza.
De hecho, expertos señalan que el ritmo con el que avanza la recolección de granos está sufriendo una demora de casi 20 días respecto del promedio de los últimos años.

Desde Delphos Investment destacaron que si en las últimas ruedas el dólar se mostró tranquilo, «fue principalmente por los flujos financieros de inversión, en un período en que la recolección de la cosecha de soja se encuentra retrasada».

El problema es que las demoras son más preocupantes de lo que se pensaba inicialmente: la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) informó que, hasta el momento, se logró cosechar tan sólo el 15% del área implantada con soja.

En 2015, a esta misma altura del año, había un 32% de superficie recolectada, de modo que existían mejores términos productivos para este cultivo, apuntaron desde la entidad, con el agravante de que el problema climático sigue castigando a la mayor parte de la zona núcleo.

Debido a la lenta evolución de la cosecha y a las pérdidas de volumen que se prevén, está por incumplirse el segundo acuerdo alcanzado entre el Gobierno y las cerealeras.

Cabe destacar que a mediados de marzo, los exportadores se habían comprometido con el propio Prat Gay a ingresar u$s7.000 millones hasta fines de mayo en concepto de ventas de granos y subproductos, como harina y aceites.

Por cierto, se trata de un acuerdo mucho más ambicioso que el que habían alcanzado ambas partes a mediados de diciembre de 2015, cuando estas compañías le habían prometido al ministro anticipar unos u$s4.000 millones en un plazo de tres semanas.

Sin embargo, este segundo compromiso que asumieron los gigantes del agro está fallando: ya transcurrido el primer tercio del plazo acordado, llevan ingresados apenas u$s1.350 millones, es decir, tan sólo el 20% de los u$s7.000 millones pactados.

De modo que, de aquí hasta que concluya mayo, las cerealeras estarían “obligadas” a cumplir con un exigente cronograma de liquidaciones de más de u$s5.500 millones en apenas ocho semanas.

Guillermo Rossi, economista de la BCR, aseguró a este medio que “el recinto donde se concretan las operaciones está bastante frenado porque no se sabe si se podrá cumplir con la entrega de mercadería”.

“Hay exportadores de maíz a los que les queda stock para resistir apenas diez días. Si la situación se mantiene, entonces se tendrá que dejar de programar embarques. En el caso de la soja, en las terminales de Rosario hay varios barcos en espera”, acotó el experto.

Al respecto, el consultor Salvador Di Stéfano, sostuvo que “fácilmente se contabilizan unos 30 buques demorados porque no hay mercadería para cargar. Este es un sobrecosto que lo termina pagando el productor”.

 

Fin de la «sojadependencia»
En medio de este cuadro sombrío para el agro, hay un dato positivo para el Gobierno, que tiene que ver con el cambio de contexto.

Concretamente, con que el arreglo con los holdouts le quita a la soja la pesada «mochila» de tener que «bancar» a casi toda la economía, como sucedía en épocas del kirchnerismo.

«Si es sólo una cuestión de plazos y lo que debía liquidarse en abril termina entrando en mayo, entonces no habrá que temer tensiones cambiarias, porque el verdadero partido se está jugando más que nada con los dólares financieros», expresó Ramiro Castiñeira, analista de Econométrica.

En otras palabras, por primera vez después de varios años, la economía argentina dejará de ser «sojadependiente».

De hecho, el Gobierno saldrá a colocar este martes en la plaza internacional u$s15.000 millones en títulos públicos para pagarles a los holdouts, generándose una «demanda asombrosa», según las propias palabras del ministro Prat Gay.

«Volver a los mercados internacionales es fundamental para la estrategia del Gobierno, que necesita emitir deuda para financiar el déficit fiscal de los próximos cuatro años», afirmaron desde Economía & Regiones.

Sin embargo, Castiñeira advirtió que «si se empieza a confirmar que habrá una fuerte caída en el volumen de la cosecha, tampoco será algo gratuito».

Para los analistas, los dólares financieros serán clave para cubrir las necesidades fiscales, pero el aporte del campo sigue siendo determinante en un contexto en el que desde el FMI hasta consultoras privadas estiman una caída en el nivel de actividad de entre 1% y 1,5% para este año y una producción industrial en baja por tercer período consecutivo.

Las pérdidas millonarias están complicando al sector que el macrismo más quiso beneficiar con los cambios impositivos: las economías regionales. Raúl Milano, director ejecutivo del Mercado Ganadero de Rosario (Rosgan), advirtió sobre la preocupante situación e indicó que con las inundaciones no sólo habrá pérdidas por la soja, sino que habrá que sumar «mortandad de animales, la imposibilidad de ordeñar y el colapso de producciones enteras».

Punto de inflexión
Marianela De Emilio, ingeniera agrónoma del INTA, aseguró a este medio que “en estos momentos estamos transitando un punto de inflexión”.

“El pronóstico del clima es malo. No sólo tiene que dejar de llover. Posteriormente tiene que haber una ventana de cuatro días sin agua y con sol para que los suelos de los campos se sequen y se pueda entrar con las máquinas”, afirmó.

Ambrosetti, desde la SRA, destacó que “el problema climático está pegando en toda la zona núcleo: desde el noroeste de la provincia de Buenos Aires, hasta el sur de Córdoba, pasando por el sur de Santa Fe”.

Frente a este cuadro, la danza de proyecciones está a la orden del día. Una primera estimación de la Sociedad Rural daba cuenta de que había cerca de 1,5 millones de hectáreas seriamente comprometidas por los altos niveles de humedad.

La Bolsa de Comercio de Santa Fe fue un paso más allá: en su último reporte advirtió que, sólo en esa provincia, ya hay afectadas 2,8 millones de hectáreas y que dejarán de levantarse al menos 1 millón de toneladas de soja.

Considerando que a principios de año los reportes señalaban un área total de 22,9 millones de hectáreas sembradas para 2016, esto implica que, de movida, ya está comprometida más del 10% de la superficie nacional.

Di Stéfano advirtió que, “en la medida en que empiecen a aparecer plagas, se verán afectados los rindes. De las 60 millones de toneladas de soja que se calculaban, ahora los pronósticos establecen que la campaña podría descender hasta las 55 millones».

El productor agropecuario Gustavo Grobocopatel calculó que habrá hasta 3 millones de toneladas menos de la oleaginosa. «Es un perjuicio importante y va a influir en la falta de divisas», señaló.

En términos de ingresos para el país, la última proyección de la consultora especializada AgriTrend había fijado el valor de exportación de la actual cosecha en u$s22.600 millones.

Si se le resta el «riesgo climático», entonces la entrada de divisas caería en más de u$s2.000 millones, recursos que en definitiva dejarán de percibir las economías regionales.

A su vez, las cajas de las provincias también se verían golpeadas por una menor entrada a través del Fondo Federal Solidario (FFS), compuesto por un tercio de lo que el Estado nacional recauda en concepto de retenciones a las exportaciones sojeras.

La meta para este año era recolectar un total de u$s4.500 millones. De movida, se trataba de una cifra casi 40% más baja que los u$s7.200 millones logrados en 2015 por un doble efecto: la supresión de alícuotas para el trigo y el maíz -más una baja de 5 puntos para el yuyito- y la caída de precios internacionales.

Ahora el riesgo es que, por las lluvias, la recaudación por retenciones se ubique por debajo de los u$s3.900 millones.

La única chance que existe de que se recorten un poco las pérdidas hoy corre por el lado de los precios.

Desde la Bolsa de Rosario destacaron que, en las últimas jornadas, “en el mercado de Chicago los futuros de soja finalizaron con subas, impulsados por el temor a pérdidas en la cosecha de Argentina, en el marco de lluvias persistentes».

«Esto le dio gran firmeza, por ejemplo, a los contratos de harina de soja, producto del que Argentina es el mayor proveedor mundial”, indicaron.
Sin embargo, los analistas no se entusiasman con la posibilidad de un boom de cotizaciones.

Para ponerlo en perspectiva, por estos días la soja cotiza a u$s345 la tonelada. En abril del 2014 -último año de los “súper precios”-, la oleaginosa «volaba» por encima de los u$s550.

Es decir que en los dos últimos años el valor del yuyito se desplomó casi 40%. Y el grueso de los analistas considera improbable un crecimiento demasiado significativo, porque la cosecha argentina se termina «promediando» con la de otros dos gigantes: Estados Unidos y Brasil.

En este cuadro, el macrismo celebra el fin del conflicto con los holdouts, pero tiene su mirada más allá de la «caja verde».

Las constantes lluvias e inundaciones ya dañaron cientos de miles de hectáreas y quienes terminarán pagando esta crisis son las economías regionales.

En términos prácticos, esto será sinónimo de menos cemento despachado, menos camionetas vendidas, menos agroquímicos comercializados y menos maquinaria agrícola producida.

 

Fuente: iprofesional.
Informa: contadoresrosario.com