La inflación y el tipo de cambio

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Desde hace ya demasiados años, cada vez que se produce un cimbronazo económico o financiero aparecen por doquier los consabidos razonamientos acerca de las causas y de los efectos. Es natural que todos nos preocupemos por la situación, en eso estaremos todos de acuerdo.

 

Lo que llama la atención es que una y otra vez se repitan en todas partes explicaciones que sin lugar a dudas están erradas.

 

Si se dispara la tasa de inflación, o para ser más precisos el índice de precios, la explicación hay que buscarla por el lado de la emisión monetaria sin respaldo y a su vez por la velocidad de circulación del dinero.

 

La inflación es un fenómeno monetario y sólo se explica si existe moneda de curso legal. Si volviéramos a la economía del trueque, como en la antigüedad, no habría inflación alguna. A lo sumo se modificarían los precios relativos.

 

Ahora bien, la inflación es, vista desde el lado de la unidad de cuenta, la pérdida de valor de la moneda de curso legal.

 

Sabemos que son muchos los autores que definen el fenómeno inflacionario como «la suba generalizada de precios». En nuestro modo de ver, tal suba es consecuencia de la pérdida de valor de la moneda, y por lo tanto lo que debemos consignar a la hora del análisis es la causa primaria, que es justamente esa pérdida de valor.

 

La moneda pierde valor cuando se la emite sin respaldo, es decir sin la contrapartida de crecimiento de bienes y servicios que la justifiquen.

 

Esta es la causa primaria. La otra razón también importante de un proceso inflacionario, es la velocidad de circulación de la moneda. Esto es, el tiempo que la misma es conservada en los bolsillos de la gente.

 

A medida que la pérdida de valor se acelera, la población en general tiende a desprenderse del dinero lo antes posible. Y cuanto más rápido lo hace, más rápido circula. Esto genera una demanda adicional de bienes y servicios que provoca suba de precios también.

 

Ahora bien, los precios de los bienes y los servicios, durante un proceso inflacionario, suben desordenadamente. No todos lo hacen al mismo tiempo o en el mismo porcentaje. Eso ocurre por diversos factores, algunos genuinos, como los estacionales, otros que derivan de las condiciones del mercado en un momento determinado. Por ejemplo, los precios subirán más a comienzos del mes que al final, debido a que en esos momentos hay mayor demanda. A su vez suben más ciertos precios de productos de consumo masivo provenientes de segundas marcas.

 

Si bien puede resultar antipático decirlo, tanto el dólar como el salario también son mercancías y tienen un precio.

 

El salario sube nominalmente por efecto de los acuerdos salariales paritarios, como línea general. Pero no únicamente. Hay actividades donde los salarios suben más rápidamente que en otras y por diversas razones.

 

El dólar es tomado como referencia del tipo de cambio. Se usa prácticamente como sinónimo de moneda extranjera. En realidad cuando sube el dólar de precio por efecto de la inflación, también sube el precio de otras monedas, obviamente.

 

Lo aclaramos por las dudas, porque salimos de un encuadre técnico para utilizar en lo posible el lenguaje de todos los días. La suba del dólar no es un fenómeno ajeno al proceso inflacionario, es una consecuencia de tal proceso.

 

Muy bien. Muchas de las explicaciones que mencionamos al comienzo, apuntan a suponer que es la suba del dólar la que produce subas de precios porque «se traslada» la devaluación a ellos.

 

Pero esto es una consecuencia, recalcamos. Y es importante tenerlo en cuenta.

 

«Planchar» con artilugios monetarios el valor de la divisa, no resuelve el problema inflacionario. Del mismo modo que no lo hace ningún sistema de control de precios, el que fuere. Porque si la moneda pierde su valor por las razones señaladas, el precio del dólar habrá de subir como sea. Y si se lo frena, se produce el efecto de una olla a presión sobre el fuego. En algún momento revienta.

 

Porque para «planchar» al dólar se recurre normalmente al endeudamiento externo y a la venta masiva. Es decir que se malvende la divisa para intentar detener su suba.

 

Pasó demasiadas veces eso en la historia argentina de las últimas décadas. Los gobernantes han tenido y tienen la ilusión de que con dólar «planchado» y listas de precios máximos (hoy «precios cuidados») se resuelve el problema. Y el problema claramente no está allí, sino en la pérdida de valor de la moneda como consecuencia de la emisión espuria y de la velocidad de circulación.

 

Lo que podemos concluir en este breve comentario, es que cuando los gobernantes atacan la suba del dólar o la suba de los precios aplicando artilugios y controles, no están resolviendo el problema de la inflación sino aumentando la presión de la olla.

 

Y un comentario final respecto de la frase con la que iniciamos este trabajo. O más bien de su autor.

 

Keynes sostenía que dar trabajo y remunerarlo, aún emitiendo moneda, podía servir para reactivar la economía en un momento de depresión. Su punto de vista no era errado, pero requiere que la gente tenga mucha confianza en tal moneda. Porque si la confianza es muy grande, la velocidad de circulación se ralentiza. Es decir, la gente no tiene un apuro especial en desprenderse de los billetes. Y así financia gratuitamente a toda la economía.

 

Naturalmente esto no es aplicable a la Argentina actual. Pero sí vale la pena tenerlo en cuenta. Como vale la pena tener en cuenta que la inflación no deja de ser una estafa a quien poco o mucho confía en la moneda. O una confiscación, como decía este notable economista británico.

 

 

Autor: Héctor Blas Trillo
Informa: contadoresrosario.com